Aunque se desconoce quien es el autor de La Epístola a los Hebreos, si podemos conocer que su mensaje esta centrado en Cristo. La epístola anima a los lectores a retener su fe en Cristo, y hace “un contraste entre los símbolos mediante los cuales Dios presentó el plan de salvación a su pueblo escogido en los días del AT, y la realidad del ministerio de Cristo en favor de los pecadores a la luz de la cruz”.[1]
En esta oportunidad nos enfocaremos en el mensaje presentado en el capítulo 3:13 y usaremos la versión La Biblia de la Américas (LBLA); “Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado”.
El autor hace un llamado a la exhortación, en la que los cristianos deben ser miembros activos, se dice “cada día”, pero también al analizar el idioma griego podemos notar que el verbo está en tiempo presente, por lo cual podría traducirse “seguid exhortando”. Como cristianos no podemos vivir de manera aislada, necesitamos ser participantes junto con nuestros hermanos (Heb. 10:24, 25).
“Mientras todavía se dice: HOY” ¿Qué quiere decir el autor con esta expresión? Bien puede ser que mientras aún tenemos vida, tenemos el deber de seguir aconsejando, de seguir animando, de seguir ayudando y de seguir guiando a nuestros hermanos a entrar en el reposo de Dios, en palabras más simples, mientras aún dure el tiempo de gracia podemos acercarnos aún a Dios.
El versículo termina haciendo una advertencia dura en contra de los que se dejen engañar por el pecado, ya que el fin de esto es el endurecimiento del corazón. La palabra que se utiliza para pecado en este texto es: gr. “Hamartía” que de manera literal se traduce como no dar en el blanco. “Los hombres son seducidos por el pecado porque éste parece atrayente y deseable. Cuando Eva ‘vio’ lo que Dios le había advertido que no comiera, le pareció ‘bueno’, ‘agradable’ y ‘codiciable’”.[2] Al notar esto podemos concluir que, ya que el pecado puede parecer deseable, nos puede engañar y hacernos fallar del blanco que Dios ha establecido, ya que nos hace partícipes de sus artimañas, y al final del día nos aleja de Dios y de la Canaán Celestial que son nuestro blanco.
Dios nos llama a no endurecer nuestro corazón, porque así como Faraón no quiso reconocer a Dios hasta que las plagas golpearon a Egipto, muy pronto el día de Jehová llegará y cada uno tendrá que pagar según las obras que realizó. Pero tenemos esperanza en Cristo Jesús, quien es nuestro gran sumo sacerdote (Heb. 4:15).
[1] Francis D. Nichol y Tulio N. Peverini, eds., Filipenses a Apocalipsis, trans. Nancy W. de Vyhmeister y Victor E. Ampuero Matta, vol. 7, Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1996), 404. [2] Francis D. Nichol y Tulio N. Peverini, eds., Filipenses a Apocalipsis, trans. Nancy W. de Vyhmeister y Victor E. Ampuero Matta, vol. 7, Comentario Biblico Adventista del Séptimo Día (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1996), 430. Escrito por: Bryan Daniel Quispe Cipriano
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